Beware of the ides of March
(Shakespeare, Julio César)
Los idus de marzo es el tema instrumental que da inicio el álbum Killers, de Iron Maiden. Ese era el significado total que le daba mi yo del pasado a esos idus, allá, en los inicios de la década del 80. El disco -el cassette, mejor dicho- se consumió de tanto ir y venir desde ese tema a los asesinatos en la calle Morgue que, para el caso, ya lo sabía de Poe. Extraordinario. El disco, que no el escaso conocimiento de la distribución temporal de la cotidianeidad romana.
Celebrar los idus
Los romanos, con apenas esta indicación, tenían que vérselas en figuritas para contar los días que quedaban atrapados entre hito e hito: Kalendis Ianuariis (las calendas de enero, día 1), Nonae Ianuariae (las nonas de enero, día 5), Idus Martiae (los idus de marzo, día 15), etc. Pongamos por caso que, si alguien nació un 16 de enero, lo hizo el “décimo séptimo antes de las kalendas de febrero” -ante diem XVII (decimum septimum) kalendas februarias. Esto es, se cuentan los días que faltan para llegar a la próxima fecha fija. Rocambolesco. Y eso que no abundamos en detalles (www.antiquitatem.com).
Lo cierto es que Idus Martiae no era cualquier fecha en el mentado calendario. Antes de sus reformulaciones, el calendario romano señalaba a marzo como su primer mes. De aquí las celebraciones de un día tan especial para los antiguos cuyo auspicio divino venía de la mano de su máximo representante: Júpiter.
¡Cuídate de los idus de marzo!
Clío hace de las suyas, no puede andarse lineal, obvia. Después de todo, han depositado sobre esta musa la reflexión del pasado, de todos los pasados. La memoria y el recuerdo la vienen traicionando desde que el mundo es mundo: los cauces habituales no son más que reparaciones, parches en el agujero del tiempo.
Aquel 15 de marzo del 44 a.C., todo se agita en las calles de Roma. Se oye la estampida de asesinos por las callecitas que van del Senado hacia cada una de las casas de los complotados. Julio César -el tirano- ha sido apuñalado y yace ahora a los pies de la estatua de Pompeyo. Caprichosamente, los festejos de los comienzos, unas sombras ya pronto serán.
¡Hasta Calpurnia soñó tu muerte, César! Y, sin embargo, ninguna advertencia es suficiente.
César llega orgulloso al Senado. Para él son invisibles todas las señales:
A lo que parece, no fue tan inesperado como precavido el hado de César, porque se dice haber precedido maravillosas señales y prodigios. Por lo que hace a los resplandores y fuegos del cielo, a las imágenes nocturnas que por muchas partes discurrían y a las aves solitarias que volaban por la plaza, quizá no merecen mentarse como indicios de tan gran suceso. Estrabón el filósofo refiere haberse visto correr por el aire muchos hombres de fuego, y que el esclavo de un soldado arrojó de la mano mucha llama, de modo que los que le veían juzgaban se estaba abrasando, y cuando cesó la llama se halló que no tenía ni la menor lesión. Habiendo César hecho un sacrificio, se desapareció el corazón de la víctima, cosa que se tuvo a terrible agüero, porque por naturaleza ningún animal puede existir sin corazón. Todavía hay muchos de quienes se puede oír que un agorero le anunció aguardarle un gran peligro en el día del mes de marzo que los Romanos llamaban los Idus. Llegó el día, y yendo César al Senado saludó al agorero y como por burla le dijo. “Ya han llegado los Idus de marzo; a lo que contestó con gran reposo: “Han llegado, sí, pero no han pasado” (Plutarco, Vidas Paralelas, Julio César, LXIII).
Cuentan que Clío, a partir de ese día, ató todos los comienzos a sus infinitos posibles finales. Los idus, antes de César, previamente al fin de la República, en las vísperas del Imperio, siempre fueron solo principios.
Resignificar los idus
Los idus de marzo fueron, primero, celebración. Dejaron paso, después, a la idea precautoria de una tragedia evitable -si atentos/as vamos por allí siguiendo las luces de los hados. Con sus vueltas, estos idus parecen recordarnos el rasgo cambiante de todo aquello que creemos dado. Hasta el Destino opera en contra de sí mismo, cada vez que nos hace sordos/as y ciegos/as frente a su advertencia. Pero claro, tal vez no estamos/as ni ciegos/as ni sordos/as: quizás el Destino es un subterfugio delirado para evitar gestar unos de los infinitos posibles futuros a los que se puede haber enredado algún comienzo.
La musa ha declamado su última adquisición románica y me exige soñar/pensar/creer que vendrán otros idus de marzo en los que contemos, entre el 8 y el antiguo 15, un tiempo de festejos. Porque habrá calles teñidas de violeta hasta que el último grito se transforme en risa contagiosa, hasta que nuestras hijas dejen de abrirse camino como Bruto vociferando:
“Sic Semper tyrannis” (Así siempre a los tiranos).