MENSAJERO—… Ha superado las promesas de su edad, realizando bajo apariencias de cordero hazañas de león. Verdaderamente, ha superado las mejores esperanzas a un extremo que no esperéis pueda deciros cómo.
(Shakespeare, Mucho ruido y pocas nueces)
i.Viejos son los trapos
-Hola, ¿vacunatorio?
-Dirá usted…
-Soy William Shakespeare. Billy, para los amigos.
-¿Algún problema con la vacuna? ¿Está usted bien?
-No, ningún problema, de hecho, nunca me he sentido mejor. Sabe, llevo casi 500 años esperando esta oportunidad. ¡Todavía me queda tanto por escribir! Pensaba, ¿no?, qué bueno sería escribir una comedia de enredos donde los dinosaurios se almuercen algún arbolito cerca del Serpentine y Hitler gane las elecciones en Namibia.
-Ay, no, no, quédese donde está, es un efecto colateral de la vacuna. Probablemente, otro efecto secundario de la misma, además del ferromagnético.
-¿¿Efecto qué??
-FERROMAGNÉTICO. Como este servicio no cuenta con música de fondo, mientras la ambulancia va por usted, Billy, quédese al habla escuchando una nueva emisión de Radio X y la explicación para este fenómeno físico en el que se genera un ordenamiento magnético de todos los momentos magnéticos de una muestra, en la misma dirección y sentido (Wikipedia dixit):
“Antes del siglo XVIII, se pensaba que el magnetismo estaba solamente ligado al hierro, debido a que, en este material solo era donde se evidenciaba todos los efectos del magnetismo. Fue en el siglo XVIII, cuando el estudio de los imanes y materiales magnetizados se desarrolla rápidamente. En 1733 y 1755 se observó que el níquel y el cobalto tienen el mismo comportamiento magnético que el hierro, sin embargo, se creía que solo estos tres materiales tenían propiedades magnéticas, ya que, los otros materiales no mostraban ningún comportamiento magnético. No fue hasta el año de 1845, cuando con el uso de los electroimanes, Michael Faraday (1791-1867) descubrió que el magnetismo no solo está relacionado con el hierro…” (Ortiz Riaño, 2016: 18).
-Espere, espere…¿Existe una mínima posibilidad de que me convierta en un X-Men?¡¡¡¡Charles Xavier!!!! ¡¡Al fin soy uno de ustedes!!! ¡¡Tengo poderes!! (grita y se abraza, imaginariamente, al profesor de mutantes como si se le fuera con ello, la vida).
-Billy, Billy…No interrumpa ahora que el programa llega a la parte donde cuentan que Pierre Ernst Weiss, en el 1900…
(Silencio)
-Billy… Are you still there? Uf, no se puede confiar en los escritores, se deliran fácil.
-Mire señor, no se preocupe, tengo que cortar. Necesito contarle sobre mis eventuales mutaciones a Adolf Hitler.
-Pero qué, ¿sigue vivo?
-¿Él o yo? Ah, no, claro, no, el amigo mío es el otro Adolfo, A.H. Uunona. El flaco de Namibia que sacó un 84,88% de los votos en su distrito, ¿lo tiene? Tendría que conocerlo, es muy gracioso. Cuando ganó le dijo a un medio alemán que lo entrevistó: “Que me llame así no significa que ahora quiera someter a Oshana [la región donde se encuentra su distrito]”.
-Pobre flaco, debe resultarle difícil el nombre.
-¡Si supiera, amigo! Pero mire, suspenda la ambulancia, ahora veo que no se me quedan pegadas las cucharas en el brazo. Seguro que es verso eso del ferromagnetismo o como se llame.
-No cuelgue, a ver qué dicen en la radio:
…Por su parte, el profesor Michael Coey de la Facultad de Física del Trinity College de Dublín, consultado por Reuters, señaló que las afirmaciones resultan “una completa tontería” e indicó que se necesitaría aproximadamente un gramo de metal de hierro para atraer un imán y mantenerlo en el lugar en que se aplicó la inyección, algo por lo demás que, de estar allí, se haría sentir (https://www.reuters.com/article/factcheck-coronavirus-vaccine).
Esta locura sobre el alto contenido metálico de las vacunas parece que salió del Ejército Remanente. Invitamos a nuestra audiencia a que nos llamen para contarnos cuál es su teoría conspiranoide favorita.
-Lo temía, lo temía…Ni un morlaco se me va a pegar a la manga.
-No se preocupe, Billy, si no se le pegan los metales, por ahí se le da por leer la mente.
ii. Noticias desde la selva
-Hola, ¿vacunatorio?
-Diga…
-Soy William Shakespeare. Billy, para los amigos.
-¡Billy! ¿Se encuentra bien? Nos dio un buen susto cuando fuimos a buscarlo y no lo encontramos. Inhallable usted. Los vecinos se nos rieron en la cara, nos dijeron que había muerto allá por el 1600. Imagínese.
-Es que me vine a visitar a Adolfo. Como ya iba por la segunda dosis, me dejaron entrar en Namibia. Y no haga caso, m´hijo. Nunca un muerto ha estado más sano. Eso sí, me siento incomprendido. Igual que Adolfo que tiene que explicar que Namibia fue una colonia alemana en épocas de Otto von Bismarck hasta la ocupación sudafricana durante la I Guerra Mundial y ese nombre es bastante común por ahí y…
-Cuénteme, pero de usted Billy, lo de Adolfo, Otto y otras yerbas germanas puede esperar.
-Entiendo. Le hago escuchar una grabación de una radio de por acá que tiene un programa titulado “Relatos eurocéntricos”. Escuche, escuche, ¡¡me han destruido Hamlet!!:
“Justo antes de partir de Oxford hacia territorio Tiv, en África Occidental, mantuve una conversación en torno a la programación de la temporada en Stratford. “Vosotros los americanos”, dijo un amigo, “soléis tener problemas con Shakespeare. Después de todo, era un poeta muy inglés, y uno puede fácilmente malinterpretar lo universal cuando no ha entendido lo particular”.
Yo repliqué que la naturaleza humana es bastante similar en todo el mundo; al menos, la trama y los temas de las grandes tragedias resultarían siempre claros – en todas partes –, aunque acaso algunos detalles relacionados con costumbres determinadas tuvieran que ser explicados y las dificultades de traducción pudieran provocar algunos leves cambios. Con el ánimo de cerrar una discusión que no había posibilidad de concluir, mi amigo me regaló un ejemplar de Hamlet para que lo estudiara en la selva africana: me ayudaría, según él, a elevarme mentalmente sobre el entorno primitivo, y quizá, por vía de la prolongada meditación, alcanzara yo la gracia de su interpretación correcta” (Laura Bohannan, «Shakeaspeare in the bush», Natural History, August-September, 1966).
-Perdón que interrumpa, pero ¿qué es lo grave? Digo, además del tufillo etnocéntrico que se percibe por ahí. Laura se llevó un libro suyo a la selva.
-Lo grave es que el pueblo Tiv se mofó de la tragedia. No encontró nada universal ahí, y peor: le dijeron a Laura que me venga a explicar de qué va la vida de un rey, o qué tiene que hacer el hermano de un rey en caso de muerte de aquél, o cómo comportarse en caso de invasión zombie (no estoy seguro de esto último).
-Ah, cualquiera, Billy. Véngase para acá ATR.
iii.A modo de final no tan final
El relato de Laura Bohannan, como tantos otros estudios etnográficos, expone los límites de algunos de nuestros sesgos culturales cuando intenta traducir Hamlet a la lengua Tiv. Y esos límites hacen que nos parezca complejo pensar en la mera posibilidad de dar con categorías universalizables, extrapolables a todo tiempo y lugar.
Sin embargo, en estos tiempos globalizados, se produce una entre mil paradojas: se nos hace remotísimo pensar en que alguien coma sopa de murciélago (si es así como se inició este fuego), a la vez que nos sentimos en el mismo fango -de mentiras, absurdos, conspiraciones, datos que no son tales, noticias que son buenas por desopilantes y un millón de etcéteras-, todos/as manoseados/as.
Si hay algo universal allende al virus, es la pandemia de a-información (no des-información, eso es otra cosa). La a- indica privación, negación sistemática incluso, de un criterio para seleccionar lo relevante de lo accesorio, lo plausible de lo rayano con una película clase C o Z. Lo triste del caso es que no hay vacunas para esta confusión. Lo único que tengo claro, por estas horas, es que no estoy dispuesta a escuchar un último cable que estaría llegando a la redacción:
“Parece que lo de los efectos adversos de la vacuna contra este mal no es la excepción. Según afirma una fuente habría que dejar de preocuparse si ante una dosis de antitetánica nos crecen orejas élficas. Es parte de un complot de los laboratorios, sin dudas. Aunque lo verdaderamente preocupante es lo que ya está pasando con el agua potable. Esa no la vimos venir. La contaminación es tal que en poco tiempo la totalidad de la población mundial verá, con su ojo derecho, solo el futuro y, con su ojo izquierdo, apenas destellos del pasado. Esto sí que es un golpe de efecto temible -insiste la fuente- puesto que nadie estará viendo el presente que es, después de todo, el contenido total del tiempo. O no. Quién sabe. No se preocupen, los mantendremos desinformados como hasta ahora”.