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Newton: el señor de las monedas
Les cuento un desajuste que viene a cuento del vil metal y nos depara un par de anécdotas que tienen lo suyo. Todo empieza con un rey desconfiado, un señor respetado y una bañera. Hierón II de Siracusa (306-215 A.C.) quiso fabricar una corona merecedora de su real cabeza. Para ello destinó mucho oro, pero mucho. Se le pidió a un orfebre que llevara adelante la tarea con la condición de que no se le agregara ningún material, -¡que ni piedras, hombre!-, a la hechura. La corona llegó a manos del rey y éste pensó que tal vez el orfebre pudo haberse quedado con un poquito de oro en el proceso. Y en eso aparece Arquímedes: -Qué tal, buen día, vengo por el anuncio para ocupar un puesto en control de calidad (“ponele” que haya sido ése el diálogo entre el sabio de las palancas y el paje del rey). -Tenemos un problema, Houston (parece que le dijeron cuando lo contrataron y lo mandaron derechito a resolver el asunto de la corona).
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Vidas cruzadas: Meucci y Bell
Cada quien sabrá en qué consiste su fortuna personal. La vida trae prodigios a manos llenas. Nada resulta extraño a la luz de tanta abundancia. Es cierto que, sin embargo, así como la vida trae cosas extraordinarias, también viaja con los bolsillos agujereados. Nada nuevo bajo el sol. La historia humana se juega un tute entre lo cíclico, lo lineal y lo espiralado. Y en el mientras tanto, vamos y venimos de miserias a fortunas sin mucho esmero. Como quiera que sea, nuestras pequeñas historias se tejen con los mismos hilos que la de los grandes acontecimientos, y esos fragmentos vividos se unen a la marcha de esa partida que espera su as de triunfo en la próxima mano. Mientras las cartas se barajan, contaremos una historia de marzo que tiene que ver con el teléfono, o con la comunicación, o con la falta de ella, o con la necesidad de ella…O con esa enorme historia de ausencias y presencias sonoras.
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Los idus de marzo
Los idus de marzo es el tema instrumental que da inicio el álbum Killers, de Iron Maiden. Ese era el significado total que le daba mi yo del pasado a esos idus, allá, en los inicios de la década del 80. El disco -el cassette, mejor dicho- se consumió de tanto ir y venir desde ese tema a los asesinatos en la calle Morgue que, para el caso, ya lo sabía de Poe. Extraordinario. El disco, que no el escaso conocimiento de la distribución temporal de la cotidianeidad romana.
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Saga planetaria: Plutón, Eris y la madre de todos los males
El 18 de febrero de 1930 hace su presentación oficial ante el mundo un nuevo planeta: Plutón. Lo había predicho más allá de la órbita de Neptuno el astrónomo Percival Lowell quien, en un esfuerzo bautismal, lo supuso “Planeta X”. No pudo verlo danzar por el vasto sistema solar. Sí lo advirtió aquel día de febrero, Clyde Tombaugh. El noveno planeta fue denominado como el dios del inframundo -Plutón- cuyas primeras letras se corresponden con las iniciales del viejo astrónomo.
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Las máscaras del inicio
Retrocedo en los años y escucho las risas de los/as niños/as de mi barrio, cargando baldes con globos de todos los colores, acechando en los zaguanes a las víctimas del agua fresquita de febrero. Retrocedo y recuerdo que por las noches se aceleran los preparativos y allí, en la avenida principal, desfilan las máscaras. Sabemos, claro que sabemos, quién está detrás de cada una de ellas; después de todo, es una ciudad pequeña y anticipamos hasta los disparates. Una pena, porque se supone que las máscaras pretenden el ocultamiento. Y, sin embargo, ahí está la trampa, porque las máscaras y las personas son la misma cosa. Al menos, etimológicamente.
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Un tres de diciembre: entre la cura y la palabra
Los guaraníes explican el origen del lenguaje con un fiat divino peculiar: el Padre creó a los cuatro dioses sin ombligo (Ñamandu) a partir de llamas y neblinas. Depositó en ellos el lenguaje, la divinidad, el amor y los cantos sagrados. Dejó que fueran ellos quienes enviaran el alma a la humanidad -que por cierto se cubrió de lenguaje, infinitos cantos y tal vez, digo yo, de amor. El mismo Cassirer insiste en una recreación de mitos originarios que bucean, por ejemplo, en la resolución de la pelea primitiva del zoroastrismo entre caos y orden en el instante en que ¡al fin! Ahura Mazda (Ormuz) recita la oración santa (Ahuna Vairya), o también, cuando un libro bosteza que “en el principio fue el verbo”.