7 segundos

7 segundos

I.

Ahora que está en discusión la medida del tiempo, más exactamente, la necesidad de precisar qué es un segundo, sale asociación libre.

Pero primero lo segundo, es decir, el tema del segundo. La Oficina Internacional de Pesos y Medidas (BIPM, por sus siglas en francés), ubicada en París, entiende que ha llegado la hora (cuac) de cambiar la definición del segundo y no solo porque hace 70 años que la cosa sigue sin cambios, si no porque nada es tan exacto como parece.

Hasta ahora y desde 1967, el BIPM estableció “que la medida oficial del segundo se definiría a partir de la cantidad de oscilaciones de las partículas de los átomos de cesio 133.  Así, en palabras sencillas, hoy el segundo se define como el tiempo que le toma al cesio oscilar 9.192.631.770 veces” (https://www.bbc.com/mundo/).

Suena injusto, ¿no? El cesio debe estar bastante mareado a estas alturas después de ir y venir tantas veces y todo ¿para qué? Para no ser suficiente. Para que venga el delegado de la oficina de pesos y medidas y te diga que no, que ya fue, que se viene cambio, que te dan de baja. ¡Cómo se pianta la vida del muchacho calavera!, diría mi viejo.

Con esta libertad que caracteriza este espacio, me imagino pancartas defendiendo la posición del cesio, ahora amenazado por otros elementos cuyos átomos oscilan a una velocidad más rápida que la de aquél: el estroncio, el iterbio, el mercurio, etc. Y en eso se me ocurre que la facción más conservadora de “Amigos/as por la continuidad del cesio” ya está movilizándose al ritmo ricotero:

Esto es efímero, ahora efímero
Cómo corre el tiempo
Tic-tac efímero, luces efímeras
Pero te creo…

Es casi hipnótico, el tic no alcanza a tac
Ni me moja el paladar
El grito efímero, el ritmo efímero
Pero te creo…

Quienes saben de estas cosas dicen que el mundo necesita de la exactitud: lo exacto participa del orden tanto como la incertidumbre de la anarquía. Y podría cerrar acá, con esta profunda revelación filosófica, si no fuera porque no viene al caso y hay que decir que la precisión del segundo arrastra precisión en el sistema de medidas. Sabemos que, si empezamos con el pie izquierdo o con el segundo medio flojito de papeles, no tendremos muchas posibilidades de contar con relojes ópticos atómicos superadores de los actuales. Y de tenerlos, entonces, podríamos detectar (ojo, eso dicen, hay que preguntarle a quienes saben) materia oscura, por ejemplo. Algo que, como sabemos, no representa la materialidad propia de la mala gente, sino ese componente del universo del que se sabe apenas nada.

Para 2030 -especulan- estarían desarrollados los relojes ópticos adecuados en cuyos corazones palpitará oscilante un nuevo elemento que, suponemos, se definirá por estas fechas (¿?).

II.

Segundo, ¿por qué te llaman así? Según la etimología:

El término procede del latín «sequire» (seguir); pero, se usó para nombrar a la medida de tiempo y es parecido al origen de la palabra minuto. Este proviene del latín «minuta» (parte pequeña); lo que significa que una “minuta de hora” es una fracción pequeña de hora. La hora está dividida en 60 fracciones a las que se llaman «pars minuta prima» (primera parte pequeña), al mismo tiempo esta es dividida nuevamente en 60 partes denominadas «pars minuta secunda» (segunda parte pequeña).

El cambio en la medida del segundo que, dicho sea de paso, instaló una pequeña discusión en la oficina sobre el origen de su nombre -y que acabo de destrabar con la cita precedente-, parece que solo afecta a los grandes problemas del universo, su conformación y su origen. Por supuesto, no dice nada de nuestros pequeños tránsitos por este paraíso efímero de tan solo 7 segundos.

Ese paraíso tan extremadamente pequeño, imperceptible, de temporalidad arbitraria, dicen que se condice con ese fragmento de la vida humana en que el mundo no ha desplegado su verdadero rostro todavía.

Esa es la interpretación, al menos, que Neneh Cherry insinuó a propósito del título de una canción trilingüe (inglés, francés y wolof -lengua principal de Senegal) que cantara en 1994 junto a Youssou N´Dour. Tras esos 7 segundos indiferenciados, idílicos, el mundo se vuelve una pintura en blanco y negro que fractura en mil imágenes toda su violencia y estupidez.

Seguramente no sean 7 segundos los que tarda el mundo en darnos la bienvenida cabal a lo que es.

Ese tiempo es nada más que una licencia poética y, sin embargo, aquí no hay reloj atómico que valga: no se trata de cotejar cuánto nos demoramos en darnos de cabeza contra lo que hay ahí.  El verdadero problema reside en detectar qué es lo que está a nuestro alcance para desatar las sogas que anudan el blanco y negro de la existencia en un mundo como el nuestro.

Agrego pancarta:

No nos jubilen todos los elementos, por favor, que tal vez haga falta uno para calibrar lo que sigue a partir de vencidos los 7 segundos iniciales.


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