Saga planetaria: Plutón, Eris y la madre de todos los males

Saga planetaria: Plutón, Eris y la madre de todos los males

1.Descubrimientos: ahora sí me ven

El 18 de febrero de 1930 hace su presentación oficial ante el mundo un nuevo planeta: Plutón.

Lo había predicho más allá de la órbita de Neptuno el astrónomo Percival Lowell quien, en un esfuerzo bautismal, lo supuso “Planeta X”. No pudo verlo danzar por el vasto sistema solar. Sí lo advirtió aquel día de febrero, Clyde Tombaugh. El noveno planeta fue denominado como el dios del inframundo -Plutón- cuyas primeras letras se corresponden con las iniciales del viejo astrónomo.

Eso de cambiar de posición al comparar las fotografías tomadas en distintos días, le valió al planeta la comparación con el equivalente romano de Hades. Parece que Plutón lucía casco mágico de piel de animal fabricado por los cíclopes: hechura que hubiera horrorizado al mismísimo Karl Lagerfeld pero que le otorgaba una ventaja decisiva al dios ya que lo tornaba invisible. 

Más allá de su inestabilidad óptica -hoy me ven, mañana quién sabe-, el gélido Plutón disfrutaría de una vida planetaria precaria. Se podría hablar de justicia poética: después de todo, de buen chico, Plutón tenía poco y nada. Aburrido de andar clasificando sombras en las puertas del Tártaro, se le dio por raptar a Proserpina quien de brillar en los campos floridos, marchitaba sus días durante los seis meses que se tarda la primavera en resurgir.

Justicia poética, dije, y allí vamos.

2.Todo por una diosa: te arrastraré al inframundo otra vez

Para el año 2003, este objeto que no sabemos qué es, recibe el nombre de UB313. Está más allá de Neptuno, como el chico malo que deambula con su perro Cerbero y su casco kitsch por los confines de la barriada solar. Ya para julio de 2005, Mike Brown, Chad Trujillo, y David Rabinowitz (analizando unas imágenes de 2003 tomadas desde Monte Palomar, California), anuncian que lo hallado es un nuevo planeta que ya no será UB313 sino Eris. Pero, ¿quién es Eris?

Eris o Discordia, es la diosa que se lleva el crédito por haber iniciado la guerra de Troya. Es que… vamos a ver. Pongámonos en situación. Es el casamiento de los futuros padres de Aquiles, Peleo y Tetis. Asisten todos los dioses y todas las diosas. Bueno, en realidad, no. Se olvidaron de invitar a Eris. Y no, no es así como funciona el mundo divino. Eris irrumpe en la ceremonia con una manzana dorada que ofrece a la más hermosa. Pero, ¿quién es la más hermosa? En la próxima escena asistimos a la pelea a no muerte de las inmortales Hera, Afrodita y Atenea por la corona de miss universo.

Nos fuimos de tema o de toma, o de ninguna de las dos. Lo cierto es que si los astrónomos bautizaron así a este SDO (Scattered disk objects), es porque a partir de su hallazgo comenzó a dudarse de cómo clasificarlo y por extensión, qué hacer con el otro transneptuniano encontrado en 1930 que tanto se le parece. Fin de la armonía planetaria. Si Eris no es un planeta, Plutón tampoco lo es.

3.La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser: problemas de identidad

Nos los representantes de la Unión Astronómica Internacional reunidos en Praga en agosto de 2006, por orden y voluntad de los astrónomos del mundo que la componen, decretamos….

No es así exactamente, pero valga el recurso preambular para recordarles que en esa fecha se discutió, entre otras cosas, la posibilidad de elevar a diez el número de planetas de nuestro sistema o de quitarle la categoría a Plutón. Se optó por destituir al inframundano rey y declararlo planeta enano. Con la anuencia asamblearia, un planeta del sistema solar se define ahora como aquel cuerpo celeste que orbita alrededor del Sol, que es suficientemente masivo como para que su propia gravedad le confiera una forma esférica y que, por último, tenga una fuerza gravitatoria tal que despeje el entorno de su órbita de otros cuerpos celestes (cfr. Resoluciones B5 -Definition of a Planet in the Solar System- y B6 -Pluto- Information Bulletin 99, 2006: 13-14). Aplauso cerrado, consenso, fin de la historia. Plutón primero -y Eris poco después- se considerarán planetas enanos porque es dudoso que cumplan con la tercera condición que establece la resolución B5.

4.Permiso para nombrar: repensando nuestras herencias

Desde 1919, la Unión Internacional de Astronomía arbitra en cuestiones relativas a la nomenclatura de satélites y planetas. Eris, el nombre elegido para nuestra querida diosa discordante, le fue adjudicado a este planeta enano en septiembre 2006, unos días después de que la asamblea dispusiera que siguiera la suerte -o arrastrara en la suya- al barbudo Plutón.

Ahora bien, rascando un poquito la cáscara de lo que he dicho, se me ocurren algunas cosas sobre las que pensar. Elijo una porque lo mío no son las discusiones sobre fuerzas que despejan entornos orbitales. Elijo apuntar, apenas sugerir, todo aquello que reponemos en distintas prácticas y que remiten a la constitución misma de quienes culturalmente decimos ser. De este modo, (lo sabemos, aunque vale la pena insistir) nombrar no es un acto menor. En este sainete planetario, Plutón sufre los efectos colaterales de la presencia de un planeta que encarna los “males” femeninos de lo disonante, discordante, desordenado. Es el principio femenino que manzana más, manzana menos, nos lleva de la culpa a la masacre, pasando por las corrientes subterráneas de nuestra conformación cultural, marcada a fuego en la piel de la memoria.

Puedo continuar la evocación de todo lo que se puede distinguir en ese acto de nombrar. Agregar, por ejemplo, que el planeta enano Eris tiene un satélite, Disnomia. Hija de la diosa, Disnomia representa la desobediencia civil y la ilegalidad. ¡Qué casualidad que a Disnomia no se le conozca padre! Todos los males del mundo brotan del vientre de una diosa.

Habiéndome extendido demasiado, tengo que detenerme aquí. Pero como toda sombra presupone una luz, comparto con ustedes la alegría que me provoca entrar a la página de la IAU (International Astronomical Union) y leer la distribución por género de sus miembros jóvenes. Para mi sorpresa, Argentina tiene una distribución que si bien no es ideal, se le acerca bastante. Confío en el hecho de que, al equipar fuerzas femeninas y masculinas, nos permitamos escribir otras sagas planetarias donde no seamos -siempre- las malas de la película.

La luz es la mano izquierda de la oscuridad, 
y la oscuridad es la mano derecha de la luz. 
Las dos son una, vida y muerte, juntas 
como amantes en kémmer, 
como manos unidas, 
como el término y el camino.

(La mano izquierda de la oscuridad, U.Le Guin)